Cuando menos me lo espero, tu recuerdo surge de un lugar recóndito en mi memoria y así, sin poder evitarlo, me vuelvo a enamorar. Como no enamorarme nuevamente de ti, si quedaste tatuado en mi corazón, tu voz, tus dulces letras, las noches de café y buena música que compartimos.
Esas platicas que cada vez eran más profundas, tan profundas que sentía que me hundían en un abismo de felicidad, de locura. Tu sonrisa, aquella que era mi luz aún en la mas grande oscuridad, la que me hacia reír a mi también por muy triste que estuviera, esa sonrisa tuya y a la vez tan mía.
A veces, en raras ocasiones, me pregunto el por qué deje irte de mi vida, por qué deje ir el amor, por la estúpida cobardía de no luchar por ti, por qué deje que los malos entendidos ganaran la batalla, por qué permití que las envidias envenenaran nuestra alma.
Pero bien, ahora me doy cuenta, que de nada sirve lamentarse, cada quien siguió su vida cuando dimos media vuelta, solo el recuerdo de esas maravillosas noches, logran poner un poco de alegría a lo que es mi tiempo desde que vivo en esta lenta agonía, sin ti, sin tus caricias.
Sin esa mirada que eran las estrellas de mi cielo, sin ese café de la mañana que le ponía el sabor a mis días, ahora, solo puedo tratar de vivir sin todo aquello que tan feliz me hacía, vivir solo de los recuerdos, para no sentirme tan vacía.
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